María & Iñaki

Tu boda la empiezas a planear desde pequeña. Yo soñaba con mi vestido blanco, con mi padre llevándome al altar y por su puesto un hombre bien plantando esperándome. Pero sin embargo jamás pensé que todo lo mágico fuese a estar rodeada de tantas dificultades.

No sería justo no contar lo difícil que ha sido. Lo duro que fueron los últimos dos meses, el estrés del último mes y las dudas de las últimas semanas. “Acaban de llamar, tampoco vienen. ¿Posponemos?”. Pero sería también injusto no decir lo feliz que fui los días antes, durante el gran día, y en los días y meses de después.
¡Bendito el día que decidí seguir adelante!

No hay día que no recuerde a mi (ahora) marido cuando una noche viendo el telediario y cinco meses antes de casarnos, me miró y me dijo “pase lo que pase, el 26 de septiembre del 2020 quiero casarme contigo”. Y nos daba igual si éramos nosotros solos, con hermanos y padres. “Se trata de ti y de mí”, me decía durante los meses previos. “Seguimos adelante porque queremos celebrar nuestro amor”.

Nuestra relación no fue fácil. Sobrevivimos a años en la distancia, cruzamos el Mediterráneo para luchar por nuestra relación y saltamos el Cantábrico juntos para seguir apostando por este amor. Y es que el amor no espera. Igual que tampoco la vida.

Las bodas las idealizamos tanto que nos olvidamos de lo verdaderamente importante. De su esencia. Una boda es la celebración del amor en mayúsculas. Creo que no hay nada más verdadero y auténtico que celebrar tu boda en tiempos de pandemia, contra viento y marea, porque demuestras que el amor está por encima de todo.
Me emociona mucho poder expliar lo feliz que me siento habiendo seguido adelante con la boda a pesar de todo. Me llena el alma imaginar cómo vamos lo vamos a explicar a nuestros hijos.
Con amor, María.